Karl y Danny, los protagonistas de la ficción de Netflix
Karl y Danny, los protagonistas de la ficción de Netflix / Netflix

Black Mirror es una serie que no deja indiferente a nadie. Su creador, Charlie Brooker, siempre intenta generar un debate alrededor del uso de la tecnología, planteando dilemas en mundos imaginarios pero plausibles. Con la quinta temporada recién estrenada, Brooker y su equipo han decidido dedicar el primer episodio al hipotético futuro de los juegos de lucha. Ojo, a partir de aquí spoilers.

El trailer juega muy bien sus cartas estableciendo una narrativa misteriosa, donde Danny y Karl, dos hombres rondando la cuarentena, se muestran aburridos por su día a día. En el comienzo del episodio, el origen de la relación entre ambos queda clara: son amigos que compartieron muchas horas jugando a Striking Vipers, una mezcla entre Tekken y Virtua Fighter que además da título al episodio.

Más de una década después de que abandonaran la PlayStation 4 y perdieran el contacto, los amigos vuelven a coincidir en la nueva versión de su juego favorito, que ha avanzado al mismo paso que la tecnología. Striking Vipers ya no es un título donde haya que pulsar botones de manera tradicional, sino más bien una experiencia virtual que te mete en la piel de tu luchador casi literalmente.

Esta nueva característica hace que sus personajes de toda la vida tomen una dimensión completamente diferente, pudiendo interactuar entre ellos de maneras mucho más complejas. Los caminos que toman a la hora de jugar (que no os contaremos por si queréis disfrutar al máximo del episodio) hacen que los amigos se planteen sus relaciones sociales, y se permitan hacer cosas en el entorno virtual que, supuestamente, nunca harían en la realidad.

No es la primera vez que Black Mirror se adentra en el mundo de los videojuegos. En la tercera temporada, la historia de San Junipero cuenta una aventura muy similar pero en un mundo más parecido a GTA: Vice City. A diferencia de aquel episodio, Striking Vipers falla en la profundidad de las relaciones, que no quedan tan bien definidas y se pierden en un espectáculo que apuesta más por la potencia gráfica que por la personalidad. ¿Quizá es una rebuscada analogía con la situación de las últimas entregas de Street Fighter?

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