No hay muchos licenciados en periodismo que dediquen los esfuerzos de sus días hoy por hoy al deporte electrónico en nuestro país. Y los que empieza a haber son jóvenes y, por tanto, todavía faltos del poso que da la experiencia. Es verdad que la atención a los esports en medios genéricos es reciente, así que si cualquier apasionado de estas disciplinas se licenció en periodismo hace años y ha querido comer, no ha podido dedicarse en cuerpo y alma a ellas. El caso es que el desarrollo actual requiere dicho perfil: periodistas entendidos como comunicadores.
La comunicación y el análisis van de la mano pero caminan, como mucho en paralelo. Primero están los hechos, la noticia, lo que ha ocurrido, la famosa pirámide que nos lleva del “qué” hasta el “porqué”, pasando por el “quién”, el “cómo”, el “cuándo” y el “dónde”.
El análisis entra precisamente a formar parte del “porqué”, pero también de algo que está desgraciadamente entrando en desuso que es la contextualización. El análisis busca los puntos que no saltan a la vista y eso requiere un perfil algo diferente. Centrándonos en el referente de cobertura deportiva, el fútbol, es el papel que suelen desempeñar en ocasiones exfutbolistas o entrenadores. Gente que conoce los entresijos del juego desde dentro y que no necesariamente han de ser periodistas, aunque es imprescindible que sí tengan buenas dotes comunicativas para hacer inteligible esa parte aprehendida gracias a la práctica y a capacidades innatas obvias.
¿Que por qué me meto en todo este embrollo para terminar llegando al deporte electrónico? Porque en este mundillo se parte en ocasiones de una premisa: sólo puede hablar de esto el que juega. Y ahí entramos en un conflicto que ya asumió Shakespeare en “Hamlet” de pasada cuando dijo que cualquiera era válido para enterrar a alguien menos los enterradores.
Alex Grijelmo, autor entre otras muchas cosas del Libro de Estilo de El País, firma un manual de periodismo básico para todos nosotros como es “El estilo del periodista”. En él va un paso más allá al afirmar que el periodismo musical, por poner un ejemplo, jamás debería ejercerlo un músico por aquello de ser parte contratante de la primera parte.
A uno que le ha tocado, y le toca todos los días, estudiar en firme para entrar en los esports sin romper nada, le choca precisamente eso. Que cuando se empapa de artículos, de programas o de retransmisiones, tiene la sensación de estar asistiendo a un concurso de “quién sabe más acerca de”. La preocupación por demostrar ese conocimiento más amplio que el de los demás sacrifica el sentido comunicativo. Soy muy partidario de usar en las narraciones deportivas dos figuras: la del narrador puro, con mayor o menor gracia y con posibilidad de lanzar al analista un cebo para que intervenga, y el especialista. Y ambos deben cuidar el lenguaje para cerciorarse de estar llegando al 90 por ciento de la gente que en ese momento les está viendo.
En mi columna anterior ya trataba el tema de los anglicismos. En la visita que tocó hacer al programa de #0 Likes, Pepe Colubi me lanzó una frase que ya me hizo pensar en esto: “Me gustaría mucho más si no me hablasen en arameo”. Creo que ha llegado la hora de pensar en si queremos realmente que el deporte electrónico crezca, o si preferimos hacer gala de un saber sólo apto para iniciados. Si queremos lo segundo, vamos bien. Si queremos lo primero, es importante que vayamos incorporando comunicadores de verdad. Gente que sepa traducir con habilidad lo que vemos y convertirlo en sencillo, masticable y apto para todos los públicos.
Sobre lo de si jugar o no es necesario, hablemos otro día.