Asomarse ahora, tras un intensísimo mes viviendo los esports desde dentro de los eventos y viajando de lado a lado, a lo que fueron los inicios de mi particular aventura en este mundo; da un poco de vértigo. La sensación es de llevar vinculado a todo este mundo años y la realidad es que no son más que seis meses. Seis meses formando parte de un equipo pionero que ha afianzado el tratamiento de los esports en televisión. Si me lo dicen hace siete meses, no me lo creo.
Por carácter y por circunstancias, he dado muchas vueltas laborales en los últimos diez años. Vueltas en el sentido de que cada temporada, porque los periodistas deportivos medimos los años en temporadas, exactamente igual que los deportistas; he tenido que afrontar proyectos nuevos casi uno detrás de otro. Recuerdo perfectamente la ilusión con la que afronté participar en el MultiLigaAdelante, un espacio multipantalla para poder seguir a la vez todos los partidos de la Segunda División de fútbol. Cómo, saliendo bien esa idea, llegó el idear otro multipantalla para los seguidores del baloncesto, para que los domingos por la mañana puedan disfrutar de todos los encuentros programados de ACB a la vez. Cada uno de esos proyectos tiene un periodo de gestación en el que los nervios y la pregunta de si vas a poder o no existen y crecen según se acerca el estreno. Y el tembleque de piernas del primer día, y hasta del primer mes, no te lo quita nadie cuando se escucha por línea interna la orden de realización de “hablando”.
Por eso mientras se gestaba el proyecto del Dial 29, Movistar eSports; mientras por la redacción se escuchaba qué es lo que se iba o no se iba a hacer y la gente especulaba con cómo sería todo aquello, no voy a negar que pensaba en voz alta que porqué no iba a embarcarme en ello.
Y cuando llegó el momento, cuando supe que se iba a apostar por mí para hacerlo, no voy a negar que el vértigo fue total. Por momentos la sensación era como la de tirarse a un pozo sin fondo. Pero no porque no lo hubiera, sino porque no lo veía. Y no lo ves porque no hay luz en la caída, con lo que hubo que trabajar mucho para tener esa luz que me abriera camino y me ayudara a ver más allá. Esa luz se llama horas de trabajo, de lectura, de visionado de partidas, de asimilación de juegos. Esa luz, cada fragmento de ella, tiene nombre y apellidos y conforman el equipo con el que he tenido el honor de trabajar estos seis meses. Ellos ponían en mí su confianza para ponerle cara al proyecto. A cambio, me ofrecían más: todo su conocimiento de los esports; con los que han crecido, a los que han jugado y con los que siempre han estado implicados. Y todavía me llevé un regalo más. El contagio de su pasión; la que les mueve a trabajar diariamente para dar forma a algo que no se había hecho antes y que generaba (y genera todavía) dudas.
Hoy, después de estrenar el último The Gaming House de la temporada y mirando novedades ya de cara a la siguiente, definitivamente soy otra persona. Me siento más completo como profesional, pero sobre todo me siento un privilegiado. En este tiempo me resulta imposible extraer alguna conclusión o lectura negativa. Porque la acogida por vuestra parte, en líneas generales, también está siendo inmejorable. Porque creo que nos hemos ganado vuestro respeto y eso nos motiva más de cara a seguir cimentando este proyecto. Y porque, mirándolo de forma egoísta, todavía tengo mucho que aprender y no me quiero perder la evolución del deporte electrónico en España por nada del mundo.
Gracias a todos, amigos. Sin vosotros, The Gaming House tampoco tendría sentido. Os recuerdo cómo comenzó todo esto y os espero en septiembre. No cambiéis de canal.