El último juego de Ubisoft los puso a prueba no sólo manejando el timón sino orientándose por los siete mares.
No es infrecuente que una temática se ponga de moda y, durante unos años, esté presente en muchas producciones audiovisuales. En el cine clásico tuvimos, por ejemplo, la época de los westerns y la bélica. En cambio, según nos acercamos a la actualidad, los zombis fueron tomando el control de películas, series y videojuegos.
Aunque no haya tenido tanta fuerza como los muertos vivientes, el género pirata es otro que nunca se fue del todo. Ha tenido momentos de “calma chicha” pero siempre hay algo que hincha las velas y lo hace zarpar de nuevo. Puede ser un capitán carismático y amanerado, la popularidad de un manga/anime, el regreso de una mítica aventura gráfica… O lo nuevo de Ubisoft.
Allá por 2013 la compañía canadiense publicó la cuarta entrega numerada de su saga Assassin's Creed, la cual dejó un sabor agridulce a los fans. La opinión general es que se trató de un gran juego en sí pero que perdió su identidad al quitar protagonismo al sigilo y el parkour para dárselo a los cañonazos y los abordajes.
El lado bueno es que la mecánica de los combates navales gustó mucho a la comunidad, tanto que Ubisoft decidió incluirla en mayor o menor medida en juegos posteriores. Eso desembocó en el anuncio en 2017 de Skull & Bones, título multijugador centrado casi exclusivamente en este tipo de batallas.