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El lado oscuro de Twitch: voces contra el hate

Los odiadores casi profesionales llevan años envenenando un ámbito digital con muy poca mecha, y que democratiza negativamente el mensaje del rencor: afecta por igual a creadores grandes, pequeños y anónimos.

"Cuando llegó el éxito en Twitch, vino lo más turbio: el hate". La cita, cambiando hate por su traducción a odio, la podría haber mencionado cualquier filósofo griego del siglo III antes de Cristo, no por su complejidad sino por todo lo contrario. Una honestidad sencilla que recuerda una parte oscura de la naturaleza humana, y que de nueva no tiene nada.

El autor de la frase es ViviendoEnLaCalle, streamer que saltó a la fama en 2021 por hacer lo que dice su nick. El Confidencial fue el primer medio que le entrevistó, y ese artículo fue el germen de una historia de superación que tanto gusta a unos y, por desgracia, enerva incomprensiblemente a otros.

Por partes, y en primer lugar, ¿qué es el hate? Preguntamos a Manuel Gámez Guadix, doctor en Psicología por la UAM e investigador sobre ciberacoso, sexting o grooming: "Es un comportamiento que tiene como objetivo discriminar a un grupo concreto o a un individuo por su pertenencia a ese grupo, por motivos de género, orientación sexual, raza, etnia, religión o discapacidad". Añade que "su principal vía de expresión es a través de Internet y de diversas aplicaciones tecnológicas como son Twitter, TikTok o Twitch".

Jonatan Artiñano (nombre real de ViviendoEnLaCalle) está de actualidad porque tiene que lidiar con un significativo aumento del hate en sus directos, ya que ahora retransmite las horas que se pasa como chófer. Citando al magnate y filántropo Warren Buffet, “Si un policía te sigue durante 500 millas, alguna multa te cae seguro”, pero en el caso del streamer el peaje por sus infracciones está siendo una exposición pública agobiante, y mucho más habitual de lo que reparamos.

Cuando preguntamos a creadores de contenido entre grandes y enormes sobre cómo llevan este tema, hay tres tipos de respuestas: el silencio (el más habitual), la promesa de que contestarán, y la petición expresa de que no se les mencione. Pese al compromiso de algún creador top que nos dijo que podíamos contar con él, solo una streamer de muy alto nivel y protagonista de varios episodios graves de hate nos contestó asegurando vivir “feliz con mis 7 gatos imaginaros fuera de todo”. Y concluye más seria: “Prefiero pasar del todo, ya te he tenido suficiente”. Así que pasamos a otro tipo de creadores…

“Tengo haters incluso con mi contenido neutral, porque haters existen en todos lados y todas las plataformas”, nos dice Barbygant (350.000 seguidores), influencer de tendencias y planes que reconoce el peligro de su profesión. “Obviamente cuanto más te expongas o vivas contando de ti, más gente vas a tener criticándote [...] Yo me lo tomo bien porque al final es así: mis vídeos más virales son los que más hate tienen. En parte diría que gracias a los haters he ganado muchos más seguidores. ¡Los haters dan de comer!”, remata sin rastro de ironía, y un rápido vistazo a su TikTok lo confirma.

Alex Riveiro, que forma parte del equipo de Movistar eSports y que además es un reputado divulgador científico en redes (450.000 seguidores), también es a menudo blanco de un odio irracional. “Al principio me afectaba porque sorprende. Pasa como con todo: a base de encontrártelo acabas relativizando, pero sigo sin saber por qué el ser humano se comporta así”. Alex entiende que quizá haya “gente que le odia de verdad”, y especula que otros “parecen querer atención”, y quizá no ande desencaminado.

“El afán de notoriedad online puede favorecer el discurso del odio en esta aplicación”, señala el doctor Gámez, quien en su experiencia se ha encontrado con más explicaciones a tal comportamiento, como la de la “válvula de escape”. Se refiere a que “las redes se convierten en un medio para gestionar la frustración y la ira, que es rápido, cómodo y sin demasiadas consecuencias para quien lo emplea. Son las víctimas las que sufren la consecuencias, aunque estas no son inmediatamente visibles para quien promueve el odio”.

Un reciente estudio de la Universidad de Stanford (EE.UU.) señala que la popularidad de las cuentas importa relativamente a la hora de sufrir ataques de odio, y que casi la mitad de los usuarios que se conectan diariamente han sido víctimas de ellos. El paper Hate Raids on Twitch señala la importancia de los bots programados con intenciones dañinas, además de subrayar que los streamers más afectados suelen pertenecer a "colectivos raciales minoritarios, LGTBI+ o perfiles con determinadas creencias religiosas".

A todo esto, hay que señalar que tanto TikTok como Twitch no han permanecido ajenas a la polémica. La plataforma china actualiza cada poco tiempo sus políticas de uso aceptable, y por su parte la compañía subsidiaria de Amazon ha puesto foco en sancionar comportamientos indeseados, especialmente después del día conocido como Twitch Blackout. Fue en junio de 2020, durante uno de sus picos históricos de crecimiento, cuando miles de streamers dejaron de emitir con el fin de presionar a Twitch para que tomase medidas contra los mensajes de odio y el acoso continuado.

Ejemplos en territorio nacional hay muchísimos, empezando por el reciente ciberbullying que denuncia ViviendoEnLaCalle. La lista es inabarcable en un artículo: Biyín ha visto una y otra vez recordatorios de un pasado del que (con todo el derecho del mundo) reniega, Xokas se tomó unas vacaciones forzosas tras el ‘caso CathyVipi’, Marina Rivers se escandalizó por los ataques tras la Velada 3, Cristinini ha perdido la cuenta de las cancelaciones, o incluso una figura de la talla de Ibai no se libra del juicio permanente de la audiencia.“Tengo una cantidad de hate insano”, decía el de Bilbao en una de esas crisis. “Entiendo que forma parte de mi trabajo y de mi vida pero hay días en los que se hace un poquito complicado”.

@cell_junior IBAI habla del HATE que RECIBE #ibaillanos #ibai #ibaiclips ♬ sonido original - Cell

El doctor Gámez señala que los comportamientos de acoso online “favorecen la identidad grupal” en una distinción ficticia del bien y el mal. “Cuando alguien señala a un grupo como 'enemigo', a la vez, se está identificando a sí mismo como parte de un grupo diferente 'mejor', lo cual favorece el sentido de pertenencia, algo que promueve el bienestar y el sentimiento de adaptación”.

Pese a que no se puede estandarizar un método para combatir el hate, el investigador sí enumera una serie de puntos importantes para hacerle frente. “Primero, aprender a reconocerlos es esencial. Segundo, interpretar el contenido de discurso de odio como un hecho relevante, por las consecuencias que puede tener a nivel social y para la víctimas”.

“Un tercer paso es el sentir la responsabilidad individual de intervenir, que implica tomar conciencia de que cada uno de nosotros podemos hacer algo por reducir este tipo de discursos. En cuarto lugar, ‘saber qué hacer’. Para ello, es necesario educar a la población sobre cómo intervenir y denunciar de manera adecuada estas situaciones. El último paso es el de actuar. Llevar a cabo el comportamiento adecuado para detener el odio no es sencillo (pues existen múltiples barreras psicológicas para ello), pero es de gran importancia”.

Aplicarlas ya es otro tema, que depende en gran medida de la situación personal de cada uno. “Al final, estoy solo en la vida y esto me da todo”, reflexiona ViviendoEnLaCalle. “Abrir el directo y tener alguien a quien contarle mis cosas y entretenerle, me hace más feliz a mí que a ellos”. El problema surge, como de costumbre, acompañando al éxito.