Mamá, quiero ser streamer
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Mamá, quiero ser streamer

Cada vez son más los jóvenes que quieren ser streamers, youtubers, influencers o, como se llaman ahora, creadores de contenido, a pesar de la funada a los grandes.

Streamer o youtuber son, de unos años para atrás, dos de las profesiones más deseadas por los jóvenes de todo el mundo. Se han unido a las más habituales como futbolista, actor/actriz o cantante. No lo digo yo, sino que lo afirma un estudio reciente y el dato es más demoledor en nuestro país: la profesión más deseada es la de influencer.

Mucha gente me lo ha comentado en mi círculo personal. La pregunta siempre es la misma, entre curiosos y preocupados: ¿tiene futuro esta profesión?

Siempre respondo lo mismo: ser streamer no es sencillo, pero mola mucho. No consiste tan solo en encender una cámara, un micrófono y ponerse a hablar o jugar. Eso podemos hacerlo todos. Es algo más. Es entretener. Es divertir. Es informar. Y eso a mí me pone una sonrisa en la cara. Me encanta e invito a todas las personas a que lo prueben y vean que no es fácil, pero si sale bien... ¡Ay, si sale bien! Las recompensas son muchas y no hablo (solo) de dinero.

Afirmo, sin ningún pudor, que ser streamer me parece una profesión maravillosa. Sé que hay gente que merece mucho la pena. Sé que hay buenas personas haciendo directos día tras día. Conozco a estupendos creadores que se parten el lomo por ofrecer streamings divertidos y variados. Aquí hemos hablado con muchos de ellos y pondría la mano en el fuego por ellos sin quemarme. No por todos, que quede claro.

Al fin y al cabo, la realidad es la que es. Muchos de estos streamers sobreviven como pueden. Incluso algunos llevan tiempo sin encender la cámara cansados de todo. Llegar es difícil y muy pocos lo hacen. Los grandes son solo unos pocos y algunos tienen tanto equipaje a sus espaldas que, en cuanto intentan añadir algo más, la caída se oye en todo el planeta.

Cuando digo a la gente que lo intente, lo hago siempre con una advertencia: no dejes tus obligaciones por esto. Si estas estudiando, sigue en ello. Si estás trabajando, no seas zoquete. Busca siempre un hueco libre para hacer directos o vídeos grabados. Aleja los pájaros de la cabeza.

Sin embargo, y a pesar de lo que creo de verdad, hoy se me haría imposible recomendar ser streamer a nadie. Siento auténtica vergüenza de lo que está sucediendo. Se están destapando historias del pasado que asustarían al villano más chungo del cine de terror. Pero las historias pasadas no es lo peor. Existe el perdón y la redención. Lo más asqueroso es ver cómo las disculpas parecen mensajes dedicados a otros. Lo más repugnante es ver cómo en lugar de pedir perdón, se dedican durante dos horas a lanzar mensajitos  —¿no vale un comunicado en redes? No, claro que no, qué cosas digo—. Lo más nauseabundo, sigo, es ver cómo se despellejan los unos y los otros. Los que lo admiten y los que no lo admiten. Los que acusan, los acusados y los que se meten porque huelen la oportunidad. Me da igual. El espectáculo es dantesco y bochornoso.

Si con veinte y pocos años dicen que no eran lo suficiente maduros para comportarse como personas civilizadas, diez años después están demostrando que siguen exactamente igual. ¿Cómo voy a hablar bien de esta profesión si los supuestos ídolos lanzan besitos a su chat mientras se sacan los ojos por detrás? Hoy, desde luego, que no cuenten conmigo.

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