La primera vez que escuché el dicho de que cada uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios seguramente no terminé de entenderlo bien. A lo mejor les pasaba los mismo a los muchachos a los que les decía esto Vicente del Bosque antes de asumir el cargo de entrenador del primer equipo del Real Madrid. Les pasaría lo que a mí, éramos jóvenes y sin demasiada experiencia vital, aunque pensáramos que íbamos a comernos el mundo a bocados. Dentelladas que en aquellos tiempos se soltaban por y con la boca y que hoy se lanzan a través de las redes sociales.
Escribo esto minutos después de la derrota en WESG de Kaisercillo contra Han. Minutos después de que el jugador español, seguramente fuera de sí como se pudo ver en el abrupto final de la partida, publicase un trino (perdonad, pero me gusta mucho más esta palabra que ‘tuit’) en el que anunciaba que dejaba el Hearthstone definitivamente. Casi antes de poder contactar con los responsables de su club, G2 Vodafone, para recabar su opinión, ya estaba borrado y sustituido por algo mucho más reflexivo. Pero lo anterior ya estaba dicho. Se puede borrar, pero no se puede hacer desaparecer. Igual que las victorias o las derrotas: se pueden dejar atrás, pero siempre estarán ahí. Palabras que nos hacen esclavos de lo que ya hemos dicho. Palabras a las que no les importa si habíamos pensado bien lo que decíamos o éramos presa de un calentón desaforado.
En estos tiempos en los que se premia quizá demasiado lo que aparentamos ser en redes, tiempos en los que somos en la medida de nuestros seguidores, es fácil que renunciemos a la serenidad de ser dueños de nuestros silencios. Porque los silencios no venden. Publicar de forma constante supone ganar seguidores, ganar visibilidad. Hacerlo sólo de vez en cuando te resta cierto potencial de cara a aspectos que el atleta electrónico ha de tener en cuenta para ganarse la vida como son los streams.
Si hablamos de seguidores, no sé si habrá otro en España como FlipiN y su legión de fieles tan bien trabajada. Antonio piensa en ellos desde que se levanta hasta que se acuesta y posiblemente todo lo que haga o diga les tenga a ellos como destinatarios. Ocurre que él también es parte importante de la estructura de x6tence no sólo en niveles competitivos. Además de lo más cercano a un “One Club Man” que tenemos, asume responsabilidades que van más allá del desempeño en el servidor. Por tanto, al utilizar las redes para entrar en otras cuestiones que resultan polémicas, como discusiones que ha mantenido generalmente con otros miembros de la escena, corre el riesgo de involucrarse no sólo él, sino también x6. Y hay que saber diferenciar los apartados, aunque sea difícil, de lo personal y lo profesional. FlipiN identifica cualquier posible crítica a su club como algo personal y cuando llevamos las cosas al terreno más afectivo muchas veces perdemos perspectiva y, desde luego, objetividad.
Pasa muchísimo también en el mundo del periodismo. Muchos compañeros, sobre todo los más jóvenes, se apresuran a marcar esa diferencia en la biografía de su twitter: “las opiniones aquí vertidas son puramente personales”. Pero luego no se duda a la hora de poner al medio en el nick, porque al final somos lo que somos muchas veces gracias a dónde y con quién trabajamos. ¿No es un contrasentido? ¿No es mejor siempre, y más democrático, asegurarnos la separación de poderes?
Sé que no es popular cuidar tanto de tus silencios como de tus palabras, pero los deportistas deben tenerlo en cuenta cada vez más. Y los clubes. Se hace necesario un control y una educación para que todos aprendan a llevar sus redes.
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