El beneficio de la duda
La comunidad del deporte electrónico tiene muy claro lo que es o no esport y los límites y requisitos que ha de cumplir un videojuego para serlo. El asunto de fondo es que, cuando se ponen sobre la mesa, a algunos nos parecen límites bastante elásticos y la comunidad es mucho más inflexible con ellos. Es algo así como un club privado muy restrictivo de esos de 'members only' y porteros como armarios empotrados en la puerta.
Pero, ¿quién suele franquear esas puertas? El que llega con una buena propina y tiene luego el respaldo suficiente para ir convenciendo a los miembros. Ese es el plan que están procurando seguir muchos videojuegos para entrar en esa línea de los esports, un escalón por encima en consideración social y, supuestamente, en retorno económico. Y los juegos vinculados al deporte tradicional lo intentan denodadamente.
A favor de ellos como esport, que sus fórmulas competitivas están claras. En contra, la idea de que si se quiere ver fútbol no hay porqué tirar de FIFA o de Pro Evolution Soccer, que están ahí los partidos reales. Una idea que multiplica su sentido cuando entramos en simuladores de motor, que alcanzan unos niveles de realidad que en ocasiones hacen complicado discernir entre lo tangible y lo virtual. Pese a todo ello, la Fórmula 1 y Dorna con sus motos están apostando muy fuerte por entrar.
Ambas modalidades, ambos campeonatos, tienen su videojuego y mueven una cantidad de recursos humanos y económicos en todo el mundo enormes. Han explotado en todos los sentidos su capacidad de hacer negocio y ahora ven una opción más en el apartado virtual. Han librado una batalla sorda por comenzar este año a darle forma a su proyecto de deporte electrónico y de momento sólo hemos visto la puesta en escena del motociclismo. Y ha sido de notable alto.
Un requisito fundamental para hacer de un juego un esport es el modo espectador y resulta que el MotoGP no lo tiene. Mejor dicho, no lo tenía. A grandes problemas, grandes remedios. Dorna se preguntó cómo podía hacer ese evento presencial sin esa condición y la respuesta fue clara: exactamente igual que lo hago en las motos reales. Existen las cámaras 'on board', los modos subjetivos, los tiros de cámara desde el helicóptero y las situadas en las rectas de los circuitos. Con todo eso, detrás de la carpa en la que habilitó el gran escenario de la final, armó también una unidad móvil de televisión. Igual que realiza la carrera, iba a realizar el videojuego; añadiéndole las cámaras que mostraban las reacciones de cada jugador. ¿Que no había modo espectador? Un equipo de televisión lo saca. Y punto.
Hubo detalles, claro. Ciertos movimientos antinaturales en las motos y, en las horas previas a las semifinales, problemas de control de los jugadores que se fueron solucionando. Para evitar todo ello, Dorna se llevó a los finalistas cinco días antes de la gran fecha. ¿Es un esfuerzo económico grande? Claro, pero el que algo quiere, algo le cuesta. Y no han escatimado en gastos para hacer una puesta en escena de nivel. Divertida y con premios importantes. Ya hubo equipos por allí mirando opciones de negocio y las propias marcas de motociclismo están pensando de cara a la próxima temporada abrir su sección de deporte electrónico. Quizá no sea descabellado pensar que ya se avecina un campeonato con un presencial como previo a cada Gran Premio.
¿Podremos seguir negando entonces, con presenciales, grandes premios, modo espectador jugoso y diversión en el resultado final, la condición de esports? Si todo eso conduce a la formación de una comunidad, no sé hasta cuándo. Y una comunidad además versátil, pues no vendrá directamente del deporte electrónico. Esperando cómo va a ser la gran final del campeonato de Fórmula 1, yo creo que por lo menos hemos de ofrecer el beneficio de la duda. Y esperar pacientemente, porque no todo el mundo que quiere entrar va a conseguir hacerlo con tino y precisión.