Tenía que ser en 2020. Si algo malo tenía que pasarle a uno de los videojuegos más esperados de la última década, tenía que ser en este año maldito. ¡Qué llegue ya el 2021!
Es bastante probable que 2020 sea recordado por motivos más importantes y no por destrozar las ilusiones que los jugadores teníamos depositadas en Cyberpunk 2077, pero maldito sea el momento en el que CD Projekt RED decidió lanzar el juego este año. Un retraso más hubiese bastado.
Los retrasos forman parte de nuestro día a día. Cyberpunk 2077 se ha acogido a ellos en más de una ocasión. Por eso es injustificable que el juego haya llegado a las tiendas en el estado lamentable en el que lo ha hecho.
Las noticias que nos llegaban desde el estudio polaco no presagiaban nada bueno. Y no solo en los últimos meses. Si analizamos los primeros tráileres ya podíamos prever que el juego iba a ser demasiado grande para las consolas a las que iba destinado (PS4 y Xbox One), pero todos pensamos que con un conveniente downgrade quedaría maquillado. Ya lo hizo este mismo estudio con The Witcher 3.
Si lo de engañar, sí, engañar, con los tráileres es algo que tenemos asumido, hay otra práctica todavía más nauseabunda que se está convirtiendo en habitual. No es otra que el crunch, o el abuso laboral de los trabajadores, los cuales son obligados a dedicar muchas más horas por jornada de lo acordado para terminar, en este caso, con el desarrollo del juego.
¿El crunch ha afectado a la calidad del juego? No estoy en disposición de asegurarlo, pero cualquier persona que se sienta a disgusto en su puesto de trabajo no va a dar nunca el 100%, aunque quiera, y mucho menos en puestos creativos. Es algo totalmente lógico; no achacable a los desarrolladores y sí a los abusadores. Por lo tanto, creo que parte de la culpa del estado actual del juego se encuentra en los problemas que han tenido los trabajadores.
Muchos de los mal llamados emprendedores, en realidad empresarios excitados con su propio ego, son los culpables del fracaso absoluto o de los graves problemas de su producto. Premian el mal ambiente como una incompresible manera de buscar competencia interna. Cambian el látigo de antaño por amenazas a quien cumple con su trabajo en el horario estipulado. Y, por si fuera poco, esperan que todo funcione bien. CD Projekt RED ya no es una pequeña empresa, si es que lo fue alguna vez, pero los malos hábitos son proporcionales al tamaño de la compañía.
Si en lugar de forzar la máquina se hubiesen dedicado a valorar más a la plantilla y dejar de lado sus propios intereses, a buen seguro no tendríamos un Cyberpunk 2077 lleno de bugs e inservible en consolas. Nuestras esperanzas seguirían intactas, solo hay que recordar que el juego iba a salir "cuando estuviese listo", y los desarrolladores estarían trabajando en un ambiente mucho más sano y productivo.
Por supuesto, también se hubiesen ahorrado un disgusto: el daño irreparable que está haciendo a al videojuego y a su propia imagen. Los polacos eran uno de los estudios con mejor reputación en el sector, y solo ha hecho falta un año aciago para, como mínimo, dudar de ellos. Cyberpunk 2077 mejorará con el tiempo, pero CD Projekt RED se ha pegado un tiro en el pie. En los dos pies.