El circo de los streamers: cuchillos y saltos al vacío
El circo de los streamers: cuchillos y saltos al vacío / Foto de William Fitzgibbon para Unsplash

El circo de los streamers: cuchillos y saltos al vacío

El último fin de semana ha tenido de todo: el no puedo más de un streamer superado por su propia presencia hasta el pique absurdo entre dos estrellas con ganas de protagonismo.

El circo. Confieso que nunca me gustó. De pequeño me llevaron a uno y fue todo lo necesario para saber que no quería volver. Hoy en día tengo un respeto máximo a los profesionales que se encargan de entretener en la carpa, pero mi puerta a volver está cerrada. Otros que entretienen son los streamers. Y también montan su propio circo.

Este fin de semana, el cabeza de cartel de la función circense era el acróbata suicida. El que salta en el aire y nunca se cae. El que al principio tiene red de seguridad y acaba quitándola con la falsa seguridad de que siempre va a llegar al siguiente trampolín.

Este acróbata, de nombre Joaquín, empezó con red. La confianza en sí mismo le dio tal fama que el público acudía cada vez más a ver sus proezas. "Ohhh", gritaban temerosos algunos cuando parecía que no iba a llegar a la siguiente plataforma. "Ojalá se estampe", deseaban los que querían verle sangrando en el suelo.

Borracho de osadía, enfrentándose al peligro y a todo a quien se pusiese delante, Joaquín decidió un buen día eliminar la red de seguridad y saltar al vacío. En sus adentros sabía que era peligroso, pero enterró ese sentimiento para vanagloriarse de sus hazañas. Los aplausos y el dinero era lo único que quería, y cada vez tenía más de ambos.

Durante meses, evitó la mortal caída. Se resbaló en más de una ocasión, pero siempre acababa columpiándose ante el peligro sin producirse heridas. Algún arañazo de vez en cuando. "Rasguños", pensaba. Aunque como cada vez más gente presagiaba, tensar la cuerda no era lo más propicio. Sobre todo, porque Joaquín había cogido el camino del desprecio a otros compañeros del circo y a cualquiera que le dijera algo. La cuerda se iba a acabar rompiendo.

Y así ocurrió. El día menos pensado, el destino le dio la espalda. Mientras caía, Joaquín no podía dejar de pensar en que esto no estaba ocurriendo. En su mente, todavía se encontraba en lo alto de la carpa. No dejaba de repetirse que era el mejor trapecista y que no estaba cayendo.

Sin embargo, afortunadamente para él, manos amigas le salvaron cuando todo estaba a punto de concluir. En el último minuto, otros trapecistas acudieron al rescate. Le salvaron y le pusieron a buen recaudo. "Joaquín, ahora estás bien. No te preocupes, estamos aquí por ti".

Nuestro trapecista comprendió en ese momento que había actuado mal. Le cuesta cambiar y le gusta ser como es, pero se dio cuenta del daño provocado. Ahora la red vuelve a estar en su lugar y Joaquín debe elegir entre dos caminos: mantenerla para evitar nuevos disgustos o volver a caer en sus problemas. El resto tiene que ocuparse de sus asuntos y no estará siempre para ayudarle si sigue tropezando en la misma piedra.

En otro lugar del circo, mientras Joaquín debatía internamente si había actuado bien durante todo este tiempo, el payaso y el lanzador de cuchillos se pusieron a discutir entre ellos. Se conocen desde hace tiempo, pero no se llevan bien. Es el típico chisme que lo sabe hasta el último domador de leones. El público, que de repente apartó la mirada de Joaquín, no daba crédito a lo que estaba sucediendo.

El espectáculo fue dantesco. El payaso no dejaba de picar con la trompeta al hombre de los cuchillos. Al principio, no conseguía lo que buscaba, pero tras mojarle la cara con el agua de una flor, el lanzador cogió su arsenal y comenzó a arrojárselo al payaso. Aunque mantuvo la sonrisa en todo momento, no fue capaz de esquivar todos los cuchillos.

Afortunadamente, al igual que la riña empezó de repente la sangre no llegó al río terminó de manera instantánea. Ambos se saludaron tímidamente y se marcharon a sus camerinos. El público se quedó con la boca abierta. Muy sorprendido. Dieron un show lamentable, y tal y como aparecieron, se fueron sin dejar rastro.

A veces también me dan ganas de cerrar la puerta del circo de los streamers. Cuando te encuentras un fin de semana así, no se merecen otra cosa.

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